Antía Cal, y punto
Fue quien implantó una auténtica educación integral para la ciudadanía
Más que a memorizar, ella enseñaba a pensar, a tener criterio propio
La pedagoga Antía Cal, en la escalera del jardín de su casa de Moaña. / XURXO LOBATO
Entonces, parafraseando a Celso Emilio, diré de ella lo que me apetece, lo que me gusta y quiero, y me la gana, porque la conocí hace ya más de treinta años, cuando mi hija y mi hijo fueron al colegio que había fundado y dirigía. Me debatí entre enviarlos a un colegio público o al nombrado Rosalía de Castro, pero opté por una educación en valores y con valores: espirituales, intelectuales y económicos. La educación en un ambiente galegofalante y respetuoso con la identidad y la Historia de Galicia fue un alimento para el espíritu. El sistema pedagógico de vanguardia que más que a memorizar enseñaba a pensar, a tener criterio propio, era de lo más notable desde un punto de vista intelectual. Y el conocimiento del inglés desde la enseñanza infantil suponía un innegable valor económico, tan exótico entonces como hoy. Antía siempre se lo atribuye al magisterio de Pestalozzi y a Sensat, pero ella fue quien implantó una auténtica educación integral para la ciudadanía.
Me inspira afecto especial por ser hija de la emigración a Cuba donde escuchó, en casa, las historias del Muras matricial y en la calle los versos de Martí. Porque conoció a Concepción Arenal en el Centro Gallego de La Habana, porque vivió en el mismo barrio donde yo me crié en aquella Ciudad de las Columnas de Carpentier y Cabrera Infante. Porque fue una de las primeras universitarias. Por ser valiente hasta para amar a su Antón Beiras del alma. Por querer, y conseguir, autonomía económica cuando era una excentricidad para una señora de bien.
Antía Cal, flor montesa, a las puertas de los dos noventa, es modelo en las pasarelas de la ética, en el muestrario de las que crean tendencia. Queremos imitarla o seguir hasta donde nos den las fuerzas. Ella está en el top ten de las más deseables por una exacta combinación de lo emocional y lo racional. Por la mirada expresiva que sólo con un aleteo enamora o cohíbe. Porque explica emocionada una ecuación o una película de Chaplin. Y porque es un ejemplo de belleza en madurez, dignísima, en su lugar, haciendo frente al paso de los años sin aspavientos y sin miedo.
Por todo eso: porque es soberana de sí misma, aprendo de ella que cuando te sientes verdaderamente libre puedes hacer cesión de soberanía y compartir tu libertad con quien y como quieras.
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